"(...) La justicia no ha hecho más (no ha podido hacer) que atacar los síntomas
encorbatados, pero durante el proceso se han detectado signos de la
infección general. Hace unas semanas, un inspector de Hacienda que
declaró como testigo confirmó la financiación ilegal del PP.
En verano,
los agentes de la UDEF certificaron que las acciones de Libertad Digital se
pagaron con fondos de la caja B del partido. También dos peritos de la
Policía Judicial concedieron un crédito incuestionable a las grabaciones
de José Luis Peñas, esas que abrieron la Caja de Pandora y que el PP
quiso impugnar.
Igualmente, el inspector Morocho relató que, mientras se
iban produciendo tales averiguaciones durante el proceso de
instrucción, algunos cargos populares demandaron al cuerpo policial:
Álvarez Cascos, Bárcenas o Gerardo Galeote.
Son señales de un magma que
se rebela, que lucha por permanecer en la sombra. Siguiendo este
esfuerzo, los populares han repetido en decenas de ocasiones que Rajoy
(testigo privilegiado al que pusieron un pupitre de lujo) dio la patada a
Correa, pero lo único que hizo fue moverla de sitio y permitirle campar
por tierras valencianas. El presidente sabía de las irregularidades y
no denunció.
En una sesión corta, Concepción Sabadell mantuvo la petición de condena
para los cabecillas Paco Correa en 125 años y un mes de cárcel y para
Pablo Crespo, número dos, en 85 años y seis meses. En cambio, sí hubo
rectificaciones en el caso de Luis Bárcenas y Alberto López Viejo
(delfín de Aguirre): al primero le rebajaron tres años y al segundo,
seis. Bárcenas y Viejo son los estandartes de la vertiente política e
institucionalizada de la trama y han conseguido recortar sus penas.
Esto
demuestra algo: no es que exista un interés ajeno a su deber por parte
del ministerio público, sino que la cercanía al epicentro del virus
acaba irradiando sobre uno parte de su poder de invisibilidad. Eso se ha percibido a lo largo del juicio.
Mientras
algunos como López Viejo o Bárcenas (mitad síntoma, mitad latencia)
mantenían la ponderación y el aplomo, a otros se les veía heridos,
acorralados, irascibles. Mientras López Viejo cruzaba las piernas y
jugaba con su anillo; Correa unas veces gruñía y zanqueaba por el
vestíbulo como una bestia de circo a la que le han arrancado los
dientes, y otras, agotado, escondía la cara tras las manos.
El día 23 de octubre, los acusados se reencontrarán para
escuchar los informes finales de las partes y conocer cuál es el relato
con que sus nombres quedarán grabados en las páginas negras de la
democracia, esas que nadie abre.
Volverán a abrirse coca colas, a sonar
risotadas de alta gama en el vestíbulo y a escucharse bromas de
adolescentes en los urinarios. Después, la sala se vaciará y quedará una
mentira: la justicia triunfal, la idea de problema resuelto y la piel
sana. " (Esteban Ordóñez , CTXT, 09/10/17)
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