20.4.11

"Cuando supe lo que había hecho Yves Díaz de Villegas no me cupo la menor duda de encontrarme ante un... comportamiento heroico"

"Cuando supe lo que había hecho Yves Díaz de Villegas no me cupo la menor duda de encontrarme ante un gesto tan insólito, tan audaz, tan temerario, que podía escribir con seguridad: he ahí un comportamiento heroico. (...)

Es decir, que el principio de la autenticidad de una denuncia podría reducirse a algo tan sencillo y tan arriesgado como atreverse a decir que no, y que nadie, salvo los propios denunciados, se enteren.

Eso es exactamente lo que hizo Yves Díaz de Villegas en Santander hace apenas un mes, para pasmo de nadie, puesto que los que nos enteramos ha sido por casualidad.

A los 36 años, Yves Díaz de Villegas, hijo de un catedrático de caminos de la Universidad de Cantabria, ingeniero él mismo, había conseguido una de esas canonjías para toda la vida que acaban, por poco talento que se tenga y con la ayuda de hacer la vista gorda, aportando una fortunita.

Los empresarios de Cantabria, respetuosos con las formas después de muchos avatares habían encargado a una sociedad independiente que les buscara un secretario general para la CEOE-Cepyme de la región. Y así apareció Yves Díaz de Villegas. Un currículo impecable.

Pero hete aquí que después de tres años contemplando lo que cualquier ciudadano español sufre cada vez que abre el periódico, y en verdad os digo que entre la realidad y lo que trascriben media un abismo, un día, exactamente el 22 de febrero, hizo llegar a los miembros de la junta directiva de la CEOE-Cepyme de Cantabria una carta en la que se denuncia los amaños, colusiones, trampas y desfalcos variados que lleva perpetrando con absoluta impunidad el representante de los empresarios, por buen nombre Miguel Mirones, hostelero y constructor, con amplio historial, incluida quiebra fraudulenta.

No deja de ser llamativa la tendencia que tienen los empresarios españoles por darse representantes gremiales que bordean la delincuencia, al mismo tiempo que se muestran intransigentes hacia cualquier comparación entre ellos y la clase política.

Deberían hacérselo mirar y pensárselo un poco antes de sacar pecho. Cuando las sociedades son corruptas, no se libran ni las monjas de clausura, y si no que se lo pregunten a las hermanitas del convento zaragozano de Santa Lucía.

Lo más expresivo, desde el punto de vista teatral y literario, es la reacción de la junta directiva ante la carta de denuncia -12 folios implacables-. “¡Eso, joven ingeniero, no se puede afirmar sin pruebas!”. Momento en el que, me aseguran, el tal Díaz de Villegas pidió permiso para ausentarse, que le fue concedido, y volvió arrastrando una maleta con ruedas y dijo: “Aquí están las pruebas”.

Como en una comedia de Molière, todos saltaron y gritaron: “no se le ocurra abrirla. Vaya compromiso. Que se haga cargo una auditoría interna”.

Y la auditoría, por más interna que fuera, no pudo menos que encontrarse con tal cantidad de irregularidades que aún hoy siguen sorprendiendo a los escasos interesados en el tema. Tratándose de personas de notoriedad cabría pensar que los diarios, los partidos y, cómo no, los sindicatos, pusieran el grito en el cielo.

Quizá en el cielo sí, pero en la tierra no. Un silencio espeso, lleno de incidentes dignos de Berlanga y Dashiell Hammet, ha cubierto el caso. Apenas un escandalillo provinciano, hasta que lo entierren los tribunales. Muchos jueces españoles deberían ser nombrados presidentes honorarios de Pompas Fúnebres. ¡Nadie como ellos entierra los delitos con tal riqueza retórica! (...)

Si un ingeniero de Santander es capaz de asumir su responsabilidad como profesional, y como ciudadano, para denunciar a unos empresarios corruptos, y en solitario, estamos ante un callejón.

Todos esos instrumentos de los que aseguran se ha dotado la sociedad para defenderla de los abusos, llámense partidos, sindicatos, medios de comunicación… no valen un carajo si no es para asegurar el condumio de los suyos. (...)

Siento respeto, pero también piedad, por Yves Díez de Villegas, como lo sentí hace ya algún tiempo por aquel ingeniero asturiano, Francisco Redondo, que dijo no a una contratación irregular en la administración y pagó por ello.

Esos son los héroes contemporáneos de una sociedad que se empeña en considerar heroico el trabajo magníficamente pagado de cualquier cantamañanas. La autocensura me impide poner nombres." (Sin Permiso, 10/04/2011, '
El héroe contemporáneo', de Gregorio Morán)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustaría conocerte en persona Ives Díaz de Villegas. Eres un ejemplo a seguir para mi y para mis hijos ,que al igual que tu comulgamos con la honestidad como fundamental valor en nuestras vidas. En mi persona también he sufrido al igual que tu por ser honesta aunque por desgracia tambíen perdí mi dignidad por conocer en mi vida a personas muy corruptas.